Tiempos de Guerra

La operación Odissey Dawn ha marcado el comienzo de la intervención militar en Libia, otra misión de guerra con la que las potencias de occidente quieren proteger intereses económicos y equilibrios geopolíticos que ven amenazados por inestabilidad, tensiones locales y ambiciones de caudillos y dictadores.

Se trata del más reciente entre los episodios que hacen aún más patente el estado de guerra permanente en el que vivimos. Al pasar los años cambian los escenarios: desde los balcanes (Bosnia, Kosovo) hasta el Magreb, pasando por el Oriente Próximo (Irak) y Asia (Afganistán); cambia el nombre de las operaciones militares: de operaciones de policía internacional a task force contra el terrorismo a despliegue de fuerzas de interposición y disuasión, hasta llegar a definiciones más tranquilizadoras como misión de paz o misión humanitaria; pero en concreto no cambian ni los medios para llevarlas a cabo ni la sustancia: bombardeos y misiles, en una palabra se trata de guerra.

Desde el comienzo fue claro que la revuelta en Libia, aunque impulsada por las insurrecciones que siguen estremeciendo los países norteafricanos y de Oriente Próximo (Túnez, Argelia, Marruecos, Egipto, Yemen, Baréin), presentaba rasgos de lucha por el poder entre facciones rivales, arraigadas en el territorio en base a pertenencias tribales (Tripolitania, Cirenaica y Fezzan). También era evidente que el papel ejercido por Libia en varios niveles en el escenario mediterráneo (producción de petróleo y gas, socio económico relevante de occidente, policía del área, controlador del flujo migratorio) haría que la crisis del régimen de Gadafi se volviera crisis de nivel internacional. Los bombardeos en Trípoli no son sino la prueba de eso.

Ha empezado una guerra de verdad, sucia y vil como toda guerra, cuyos objetivos no coinciden con ninguno de los que han sido declarados: ni la caída de Gadafi, ni la implantación de la “democracia”, ni la protección de la población. El objetivo real es bien claro: volver a colonizar Libia, un país de suma importancia por sus recursos energéticos y su posición estratégica, a través de su balcanización. En segundo lugar, aunque no por menor importancia, la intervención militar apunta a mantener un estado de guerra permanente y global que oculta las verdaderas emergencias (hambre y miseria, desastres medioambientales y nucleares, migraciones masivas, supremacía de las ganancias sobre las necesidades) y que permita sofocar preventivamente luchas y revueltas.

Una guerra en la que Italia participa hipócritamente, ni siquiera asumiéndose sus propias responsabilidades; derecha e izquierda se unen en las mismas declaraciones pseudopatrióticas, amparándose detrás de las indecentes palabras de Napolitano, para confundir y enturbiar las conciencias. Una guerra en la que nuestro “bello país” recogerá las migajas, como un buitre.

Nosotros estamos en contra de esta guerra, como lo estamos contra todas las guerras capitalistas e imperialistas. El único frente que reconocimos es el de la lucha social contra los patrones y sus siervos. Un frente que une a todos los explotados, independientemente de su nacionalidad, etnía, lengua y cultura, que los enfrenta sin posibilidad de conciliación a la barbarie capitalista. Un frente que para oponerse al alcance de los acontecimientos actuales no puede limitarse a defender las últimas migajas de paz y de lo soportable que nos queda, sino que tiene que ofrecer alternativas concretas a la miseria y a la barbarie del mundo en el que vivimos y en las que nos quieren hundir cada vez más. Los desfiles por la paz no son suficientes, hay que empezar a construir una sociedad diferente.

CONTRA LAS GUERRAS DEL CAPITAL, GUERRA SOCIAL
POR UN MUNDO DIFERENTE, LIBRE DE ESTADOS, EJÉRCITOS Y PATRONES

Secretariado Nacional USI-AIT*

*USI-AIT ha convocado una huelga contra la guerra en Libia para el 15 de abril

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