Comunicado de la AIT por el 1 de mayo

A todas las compañeras de la AIT,

A todas quienes se sienten inspiradas por nuestra lucha,

A las trabajadoras revolucionarias del mundo,

Nos dirigimos a todas vosotras y a todos vosotros en motivo del día internacional de la clase trabajadora. Día de conmemoración y de recuerdo, pero también día de encuentro, de reflexión y de acción.

Este primero de mayo es especial. Este año nuestra asociación cumple 100 años. Ha pasado un siglo des de la creación de nuestra alianza solidaria de trabajadoras del mundo. Un siglo desde el congreso de Berlín de 1922.

En aquel congreso se reunieron las organizaciones obreras que tras la desaparición de la 1ª internacional seguían propagando su lema: “La emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos”. Quienes se reunieron en Berlín no solo declararon su independencia de los partidos políticos, sino que se declararon enemigos irreconciliables de estos. Desde los inicios, la AIT ha promovido un sindicalismo transformador, con una visión propia de la lucha por la transformación social, con sus valores, sus principios y sus propuestas para el cambio radical de la sociedad.

Las secciones fundadoras de la AIT compartían el rechazo a los partidos de la socialdemocracia que defendieron el militarismo de los estados implicados en la 1ª guerra mundial. También se oponían a que la Unión Soviética controlara el movimiento obrero internacional i lo sometieran a su dictadura del proletariado.

Es precisamente este carácter antimilitarista y antiautoritario el que ha definido y define aún hoy en día la esencia de nuestra Internacional.

El antimilitarismo es pues parte de nuestros genes. Somos antimilitaristas porque el militarismo no es nada más que una expresión más del capitalismo. No existe, para nosotros pues, rechazo a la guerra sin rechazo al orden social y económico que la promueve y la alimenta.

Somos internacionalistas porque no queremos la guerra entre pueblos. Porque la guerra entre los pueblos es garantía de paz entre las clases. Somo enemigos declarados del nacionalismo, de todos ellos. Porque el nacionalismo es el lubricante que necesita el capitalismo para engrasar la maquinaria de la guerra. Solo gracias el nacionalismo, las élites logran que los desposeídos se identifiquen con ellas y estén dispuestos a empuñar el fusil para defender los intereses de los poderosos.
En el día de hoy queremos destacar los esfuerzos de la sección de la AIT en la Federación Rusa para difundir el mensaje de la paz entre los pueblos. Se enfrentan, y nos enfrontamos todos a una tarea extremadamente difícil.

Y es que no hay manera de acabar con la guerra sino acabamos también con el capitalismo.

Los medios de comunicación siguen el guion de los estados para crear un marco mental limitado. En este marco mental solo existen los bloques enfrentados, sus motivos y sus intereses. Solo nos proponen elementos de análisis que no cuestionen el orden social que promueve la guerra. O estás con Zelenski o estás con Putin. Si te opones a mandar armas a Ucrania, automáticamente te conviertes en defensor de los intereses del estado ruso.

Y es que, dentro del marco mental del capitalismo, solo se acaba una guerra con más guerra. Solo se pueden para las bombas con más bombas. La paz en el capitalismo es una verdadera utopía.

El capitalismo pretende garantizar la paz con alianzas militaristas como la OTAN , pero la paz solo se logra con justicia. Y la justicia, es justicia solo si se trata de justicia social.

Precisamente, el nacionalismo confunde al individuo y le lleva a pensar que los seres humanos tenemos derechos solo porque formamos parte de una nación. Por eso los nacionalistas defienden derechos nacionales por encima de derechos individuales, y se centran en la justicia para la nación por encima de la justicia para las personas.

El nacionalismo utiliza sentimientos naturales del ser humano para movilizar al individuo a la batalla por la patria. El nacionalismo aprovecha la tendencia natural del ser humano a amar aquello que conoce y a temer aquello que le es desconocido. Limita la capacidad de los hombres y mujeres de empatizar con cualquier ser humano y reduce su capacidad de empatizar a un grupo determinado de gentes.

Y esos grupos determinados de gente son grupos que se pueden hacer y deshacer en función de las necesidades de la élite. La construcción nacional es un proceso totalmente arbitrario.

Todos los seres humanos se identifican de forma natural con la gente que habla la misma lengua, que vive en un mismo territorio, que cree en los mismos dioses. Todos estos son elementos de identificación individual que el nacionalismo utiliza selectivamente para crear la identidad nacional.

Con estos trucos de identidades logran que el individuo contagiado por el nacionalismo viva en un mundo dividido entre NOSOTROS y ELLOS.

De ahí que será tan extremadamente difícil convencer a un nacionalista de que en la guerra solo se pierde. Porque el drama de la guerra es drama a los dos lados de la trinchera. El dolor de una madre que entierra un hijo de 18 años muerto en combate es el mismo en Moscú que en Kiev. La muerte de los dos soldados es absurda por igual. Pero hay quien sigue pensando que unos solo se defendían del agresor y en legítima defensa. Pero solo se puede hablar de agresores y agredidos en el marco mental del NOSOTROS y ELLOS.

Porque en definitiva se trata siempre de NOSOTRAS, las trabajadoras, del pueblo. Independientemente de la lengua que se hable, de la tierra que se habite o de las leyes que nos sometan. Somos hermanos y hermanas que nos enfrontamos a la existencia únicamente con la fuerza de nuestras manos y la inteligencia de nuestras mentes. Si existe algún ELLOS, estos son quienes nos explotan y nos condenan a la mera supervivencia.

Así pues, cuando NOSOTROS nos enfrentamos en las trincheras entre hermanos, solo son ellos los que ganan. Ganan quienes venden armas mientras suenan las sirenas y quienes reconstruyen las autopistas una vez acalladas las bombas. Ganan destruyendo y ganan reconstruyendo. Ganan siempre. Y cuanto más dure la guerra más van a ganar en este negocio. Y nosotros perdemos siempre. Y pierden nuestros hijos y nuestras nietas.

Pierden los que vendrán porque la guerra genera odio, el odio genera nacionalismo, el nacionalismo genera guerra, y la guerra odio. Y donde hay nacionalismo, donde el pueblo se identifica con sus élites y no con el pueblo vecino no hay lugar para la lucha de clases. Y donde no hay lucha de clases no hay esperanza de un mañana mejor. Y si no que se lo pregunten a nuestros compañeros de la sección Serbia de la AIT que pasó en los Balcanes.

Mientras sigamos pensando que hay unos estados buenos y otros estados malos seguiremos viviendo en un mundo en el que se envían millones de dólares en armas para ayudar a la nación agredida pero no se mandan vacunas a los países en vías de desarrollo para salvar vidas. Seguiremos diferenciando entre refugiados buenos y refugiados malos. A unos les abriremos las puertas y a otros los apalizaremos en la frontera como bien saben los compañeros y compañeras de la sección polaca de la AIT.

Desgraciadamente, con la dosis adecuada de propaganda, los estados buenos seguirán pareciendo buenos aún que se alíen con la extrema derecha, aún que hagan negocios con regímenes totalitarios y feminicidas, aún que se siga torturando en sus prisiones y se siga persiguiendo a quien se rebele contra las injusticias sociales.

La propaganda nos hará creer que los estados buenos se preocupan por los derechos y la vida de la gente. Los que resisten contra la invasión rusa son héroes, pero a los jóvenes kazajos se les podía disparar a matar sin problemas a principios de año sin que ni una sola sanción fuera impuesta a este gran aliado de rusia. Rusia, por cierto, envió el ejercito a reprimir la revuelta del país vecino.

En definitiva, visto que el capitalismo es guerra y que el capitalismo utiliza el nacionalismo para movilizar al pueblo en la defensa de los intereses del capital, queda claro que la mejor inversión para la paz es la lucha diaria contra el nacionalismo.

Ese es el verdadero sentido de la Asociación Internacional de los Trabajadores: fomentar la practica de la solidaridad entre los trabajadores de todos los países que nos ayude a superar las barreras mentales que nos imponen los estados y que nos mantienen en la servidumbre. La práctica diaria de la solidaridad internacional entre las secciones de la AIT nos acerca al mundo que queremos construir. En lo cotidiano, en el día a día, tenemos la oportunidad de fortalecer nuestra unión y poner en práctica nuestros valores.

Podríamos concluir diciendo que estamos orgullosos de celebrar el centenario y que es un honor pertenecer a una organización como la nuestra. Pero el orgullo y el honor es para los soldados, no para quienes luchamos por una sociedad mejor.

No sentimos orgullo sino alegría, ilusión y esperanza. El orgullo es arrogancia y superioridad moral sobre aquellos que no piensan como nosotros. No sentimos honor de pertenecer a la asociación a la que perteneció Rudolf Rocker. Porque nosotros no adoramos a las figuras relevantes, sino que sentimos sana admiración por su compromiso. Valoramos sus aportaciones y criticamos también sus faltas cuando es necesario.

Esforcémonos para que se nos conozca y reconozca por nuestra honestidad. Seamos sinceros con nuestros compañeros y compañeras de trabajo y en nuestras acciones de propaganda. Seamos conscientes de nuestras limitaciones y de nuestras debilidades. No somos perfectos ni tenemos la fuerza que nos gustaría, pero somos auténticos.

Que no se nos olvide nunca, que nosotros no vendemos un producto que se pueda comprar y consumir. Tampoco buscamos nuevas ovejas para nuestro rebaño ni buscamos seguidores para alimentar nuestro ego. Simplemente vivimos y luchamos acorde a nuestras convicciones racionales. Nosotras no prometemos, actuamos.

Los anarcosindicalistas no luchamos por lo que es posible, sino por lo que es justo. No prometemos la venida de la revolución como si fuéramos profetas. Simplemente nos limitamos a demostrar día a día, con nuestra forma de luchar por lo cotidiano, que no necesitamos gobiernos, ni estados, ni leyes, ni dioses para construir unas relaciones sociales justas. Practicando la autogestión y la acción directa damos vida a ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones.

¡Viva la solidaridad internacional de las trabajadoras!
¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores!
¡Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases!
¡Muerte al Capital y al Estado!
¡Viva la revolución social!
¡Viva la anarquía!

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